Era la primera vez que viajaba a América Latina, ese continente al que llamamos hermano -aunque lo cierto es que es el gran desconocido- y, después de casi 8 meses recuerdo como si fuera ayer el día que puse el pie en el km 18 de la carretera de Santa Cruz de la Sierra hacia Cotoca. Ese kilómetro que ha dado un giro de 180º a mi vida.

Para mi este proyecto suponía un reto personal, ya que se trata de un hogar de acogida de chavales de la calle o en riesgo de exclusión, yo soy farmacéutica, nada que ver con trabajo social, psicología… No me asustaba que fueran chicos de la calle; me asustaba saber si yo sería capaz de hacer o aportar algo, si tendría herramientas suficientes dada mi no formación es este sector… (todas estas preguntas que uno se plantea antes de irse), pero también reconozco que, de manera egoísta, entre muchos de los motivos ese reto personal hizo que me decantara por este proyecto en Bolivia.

Y ahora sólo pueda decir GRACIAS, a SETEM por la oportunidad, pero sobre todo GRACIAS a la Asociación Mi Rancho de Santa Cruz de la Sierra por existir, por vuestra labor, humildad, generosidad y humanidad y por hacerme sentir desde el primer día que era parte del proyecto. Porque gracias a todas vosotras, me reafirmo en mi creencia de lo maravilloso que es el ser humano, ya que día a día y siempre con una sonrisa, lucháis, dejándoos la piel para conseguir que el proyecto siga adelante y que los chicos tengan sus uniformes para la escuela, su comida, pero sobre todo para que tengan un hogar y una familia. Y GRACIAS a los auténticos protagonistas y héroes de este proyecto, todos y cada uno de los chicos que viven en el hogar, porque me habéis dado la mayor lección de generosidad y humanidad siendo aun unos chavales.

Antes  he comentado cuáles eran mis temores. Pues bien: se disiparon rápidamente en el momento en el que me di cuenta de que lo más importante que podía hacer era estar, aprender, escuchar, observar y hablar con los chavales, crear vínculos de confianza y es así como de repente un día yo les ayudaba con las tareas de la escuela o a arreglar una valla del hogar, y al día siguiente eran los chavales los que me ayudaban a mí en la cocina a preparar majadito o cualquier otro plato típico boliviano, y claro… yo… tortillas de patatas, todas, pero comida boliviana en mi tercer día de estancia, pues eso, un desastre sin ellos. Es entonces cuando sientes que ya formas parte de su familia.

A nivel personal, son infinitos los aprendizajes que me he traído, pero uno de las más importantes ha sido el poder conocer y formar parte de otra cultura, ritmos y maneras de vivir diferentes, de la mano de los chavales, las y los trabajadoras y trabajadores y las voluntarias con las que tuve la oportunidad de compartir esta gran experiencia, porque estando allí se convierten en tu apoyo y en tu familia.

El voluntariado internacional es un fascinante viaje interior para el cambio, y que gracias a la labor de SETEM, comienza antes de poner el pie en el aeropuerto, ya que el ciclo formativo previo me ayudó mucho, no sólo a contextualizar sino también a ampliar mis conocimientos sobre muchos temas y aspectos de interés relacionados de manera directa con el tercer sector.

La suma de todo esto y muchas otras cosas que seguro me dejo, es lo que me ha reafirmado en mi forma de ver el mundo y en mis ganas de seguir apostando y luchando por un cambio social, porque estoy segura de que es posible.

Me gustaría terminar con un pequeño, pero creo que valioso consejo: “todo lo que vivas guárdalo en tu interior como tu tesoro más preciado, ya que así y sólo así, una vez que vuelvas vas a seguir trabajando y poniendo tu granito de arena, estés donde estés, por seguir creando un mundo mejor. Y  lo más importante, compártelo”

Paloma Neira del Ama. Bolivia, agosto 2019